Elder Scrolls
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D letterentro de unas cuantas horas, habré muerto.

Mis hombres y yo, todos nórdicos de Skyrim, pronto nos uniremos a las legiones del emperador y atacaremos la Ciudad Imperial. Los aldmer se han atrincherado dentro y sufriremos muchas bajas. Es un gambito desesperado, porque si no reclamamos la ciudad, perderemos la guerra.

Anoche recé al poderoso Talos para que me concediera el valor y la fuerza para la batalla que se acerca. En estas últimas horas antes del amanecer, me siento a escribir este relato de un sueño que tuve no hace mucho.

Creo que este sueño era la respuesta a mis plegarias, y quisiera transmitir a mis parientes el conocimiento que contenía, para que les sirva en las batallas que librarán en los años venideros tras mi muerte.

En un sueño, caminé a través de nieblas hacia el sonido de la risa, la alegría y las canciones del norte. Pronto la niebla se disipó y ante mí había un gran abismo. Las aguas tronaban en su borde y era tan profundo que no pude ver el fondo.

Un gran puente, construido de huesos de ballena, era el único modo de cruzarlo, así que lo usé.

Solo había dado un par de pasos cuando me encontré a un sombrío y fuerte guerrero. "Soy Tsun, señor de las pruebas", me dijo mientras su voz atronaba y resonaba sobre las paredes de las elevadas montañas que nos rodeaban.

Con un gesto de la mano, me indicó que pasara. En lo más profundo, yo sabía que me concedía el paso solo porque era un visitante. Si llegase la hora en que volviera allí tras mi vida mortal, las leyendas dicen que deberé superar a este horrible guerrero en un combate.

Más allá del puente, se erigía ante mí una gran casa de piedra, tan alta que casi tocaba las nubes. Aunque hizo falta toda mi fuerza, conseguí empujar la enorme puerta de roble y contemplé la sala de banquetes iluminada por las antorchas.

Allí estaban reunidos los más grandes héroes de entre los nórdicos, todos bebiendo aguamiel servida de enormes barriles y entonando canciones de guerra. En un gran asador de hierro giraban cochinillos sobre un rugiente fuego. Se me hizo la boca agua con el olor de la carne asada, y mi corazón se alegraba de escuchar las canciones antiguas.

"¡Ven!" gritó un hombre muy viejo sentado en una gran silla de madera. Supe que se trataba de Ysgramor, padre de Skyrim y de los nórdicos. Me acerqué y me arrodillé ante él.

"Te encuentras en Sovngarde, sala de los muertos honrados. ¿Qué quieres de mí, hijo del norte?", bramó.

"Busco consejo," dije yo, "porque mañana libraremos un combate desesperado y mi corazón está lleno de miedo".

Ysgramor se llevó su jarro a los labios y bebió hasta vaciarlo. Luego volvió a hablar.

"Recuerda siempre esto, hijo del norte: a un nórdico no se le juzga por cómo vivió, sino por cómo murió".

Con eso, puso a un lado el jarro, levantó el puño y gritó animado. Los demás héroes se pusieron de pie y le respondieron vitoreando.

Cuando desperté, aún resonaba en mis oídos aquel sonido. Reuní a mis hombres y les hablé de mi visión. Las palabras parecieron llenarles de valor el corazón.

Suenan los cuernos y se izan las banderas. Ha llegado el momento de armarse de valor. Que Talos nos conceda la victoria en este día, y si demuestro mi valía, que pueda volver a contemplar esa gran sala de banquetes.

- Skardan Invierno Libre
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