Elder Scrolls
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L letteras lunas y las estrellas estaban escondidas, convirtiendo aquella particularmente tranquila noche en especialmente oscura. La guardia del pueblo tenía que llevar antorchas para hacer sus rondas, pero el hombre que llamó a mi capilla no portaba ninguna luz. Me enteré de que Movarth Piquine podía ver en la oscuridad igual de bien que con luz, un precioso talento, considerando que sus intereses eran exclusivamente nocturnos.

Uno de mis acólitos lo trajo a mi presencia y por su aspecto pensé que estaba enfermo. Estaba pálido, casi opalescente, con la cara de una persona que había sido muy apuesta antes de padecer un sufrimiento indescriptible. Las ojeras reflejaban agotamiento, pero sus ojos, de una mirada intensa y casi demente, estaban alerta.

Rápidamente descartó la idea que yo tenía de su enfermedad, a pesar de que me habló de una afección específica.

"Vampirismo", dijo, haciendo una pausa ante mi confusa mirada. "Me han dicho que tú eras la persona adecuada si necesitaba ayuda para entenderlo".

"¿Quién te ha dicho tal cosa?", pregunté con una sonrisa.

"Tissina Gray".

La recordé de inmediato. Una valiente y hermosa guerrera que precisó mi ayuda para separar realidad de ficción en el tema del vampirismo. Han pasado dos años y aún no sé si mis consejos sirvieron de algo.

"¿Has hablado con ella? ¿Qué tal está?", pregunté.

"Muerta", respondió Movarth bruscamente, y acto seguido, a consecuencia de mi sorpresa, añadió, quizás para suavizar la noticia: "Dijo que tu ayuda era inestimable, al menos para los vampiros. La última vez que hablé con ella estaba siguiendo a otro vampiro. La mató".

"Entonces mis consejos no ayudaron lo suficiente", suspiré. "¿Por qué crees que a ti te servirán?"


"Yo fui maestro hace años", dijo. "No en ninguna universidad. Entrenador en el gremio de guerreros. Pero sé que, si un alumno no hace las preguntas correctas, el maestro no es responsable de su fracaso. Intentaré hacerte las preguntas correctas".

Y así lo hizo. Durante horas, hizo preguntas y yo respondí lo que pude, pero nunca dijo nada sobre sí mismo. Nunca sonrió. Se limitaba a analizarme con su intensa mirada, memorizando cada palabra que salía de mi boca.

Finalmente, cambié las tornas. "Dijiste que habías sido entrenador en el gremio de guerreros. ¿Estás en una misión para ellos?"

"No", respondió bruscamente. Finalmente detecté un cierto desánimo en sus febriles ojos. "Me gustaría proseguir con esto mañana por la noche si fuese posible. Necesito dormir y asimilar todo esto".

"Duermes durante el día", sonreí.

Sorprendentemente, me devolvió la sonrisa, aunque fue un desprecio más que una sonrisa. "Cuando estés persiguiendo a tu presa, adáptate a sus costumbres".

Al día siguiente volvió con más preguntas, muy específicas. Quería información acerca de los vampiros del este de Skyrim. Le hablé sobre la tribu más poderosa, los volkihar, paranoicos y crueles, cuyo aliento puede paralizar la sangre de las víctimas en sus venas. Le expliqué cómo vivían entre el hielo de lagos lejanos y encantados, sin aventurarse nunca en el mundo de los hombres excepto para alimentarse.

Movarth Piquine me escuchó con atención y me hizo más preguntas durante la noche, hasta que al final estuvo listo para partir.

"No te veré en unos días", dijo. "Pero volveré, y te diré si tu información ha sido de alguna ayuda".

Como prometió, volvió a mi capilla poco después de medianoche cuatro días después. Tenía una herida aún fresca en la mejilla, pero sonreía con esa sonrisa de satisfacción que lo caracterizaba.

"Tus consejos me han sido de gran ayuda", me dijo. "Pero deberías saber que los volkihar poseen una habilidad especial que no mencionaste. Pueden cazar a través del hielo de sus lagos sin romperlo. Fue una desagradable sorpresa que me agarrasen desde abajo sin ningún aviso".

"Extraordinario", dije con una carcajada. "Y aterrador. Tienes suerte de haber sobrevivido".

"No creo en la suerte. Creo en la sabiduría y en el desafío. Tu información me fue muy útil y mis habilidades como luchador cuerpo a cuerpo sellaron mi destino de chupasangre. Nunca he confiado en las armas. Demasiadas sorpresas. Incluso el mejor armero ha creado alguna espada con fallos, pero todos sabemos de lo que es capaz nuestro cuerpo. Sé que puedo lanzar mil golpes sin perder el equilibrio, suponiendo que yo haya dado el primero".

"¿El primer golpe?", murmuré. "Nunca deben cogerte desprevenido."

"Por eso vine a ti", dijo Movarth. "Tú sabes más que nadie vivo sobre esos monstruos y sus malditas variedades a lo largo de la tierra. Ahora debes decirme lo que sepas sobre los vampiros del norte de Bosque Valen".

Hice lo que me pidió y de nuevo sus preguntas pusieron a prueba mi sabiduría. Había demasiadas tribus de las que hablar. Los bonsamu, que eran iguales a los bosmer excepto cuando se los observaba a la luz de las velas. Los keerilth, que se podían desintegrar en niebla. Los yekef, que podían tragarse hombres enteros. Los temerarios telboth, que se alimentaban de niños y a veces tomaban su lugar en la familia, esperando pacientemente durante años antes de masacrarlos a todos con su peculiar rabia.

Y, de nuevo, se despidió de mí, prometiendo volver en unas semanas. Y así lo hizo, poco después de medianoche. Esta vez, Movarth no traía nuevas heridas, pero sí nueva información.

"Te equivocabas al decir que los keerilth no eran capaces de evaporarse cuando se los sumergía bajo agua", afirmó dándome palmaditas en el hombro. "Afortunadamente, no pueden viajar muy lejos en la niebla y los pude localizar".

"Te tienen que haber dado un susto de muerte. Tu conocimiento del terreno se está convirtiendo en algo impresionante", le dije. "Debería haber tenido un discípulo como tú décadas atrás".

"Ahora háblame sobre los vampiros de Cyrodiil", me dijo.

Le conté lo que pude. Solo había una tribu en Cyrodiil, un poderoso clan que había desterrado a todos los competidores, casi como habían hecho los imperiales en su momento. Su verdadero nombre era un enigma, perdido en la historia, pero eran maestros de la ocultación. Si estaban bien alimentados, era imposible distinguirlos de los vivos. Eran cultos, más civilizados que los vampiros de las provincias, y preferían alimentarse de sus víctimas cuando estaban dormidas e inconscientes.

"Serán difíciles de sorprender", comentó Movarth frunciendo el ceño. "Pero buscaré a uno y te contaré lo que aprendo de él. Y después me informarás sobre los vampiros de Roca Alta, y Páramo del Martillo, y Elsweyr, y Ciénaga Negra, y Morrowind, y las islas de Estivalia. ¿Trato hecho?

Yo asentí con la cabeza, sabiendo que este era un hombre que luchaba una batalla sin fin. No se conformaría si no era conociendo hasta el más mínimo detalle sobre la situación. Necesitaba saberlo todo.

Pasó más de un mes antes de que volviese. La noche en que regresó pude ver su cara de frustración y desesperación a pesar de que no había luces en mi capilla.

"He fracasado", dijo conforme yo encendía una vela. "Tenías razón. No he podido encontrar a ninguno".

Yo acerqué la vela a mi cara y sonreí. Él se sorprendió por la palidez de mi rostro, la negra rabia de mis ojos perdidos en la eternidad y mis dientes. Sí, creo que mis dientes lo sorprendieron bastante. Sorprendieron al hombre que no se podía permitir ser sorprendido.

"No me he alimentado en setenta y dos horas", le hice saber conforme caía sobre él. No fue capaz de lanzar el primer golpe, ni el último.
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