Elder Scrolls
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Esta historia la dejó registrada Swyk el Previsor, del círculo de Jorrvaskr, durante la Segunda Era. Si bien no fui dotado con el don de la palabra, he aprendido las historias de los Compañeros que me precedieron y me he propuesto registrarlas para que no se pierdan conmigo cuando me vaya a la tumba. La siguiente es una lista de los grandes heraldos de los Compañeros que nos guiaron a través de la oscuridad hacia la gloria de Sovngarde.

Notas sobre el heraldo: los Compañeros nunca han tenido a un verdadero líder desde los tiempos de Ysgramor; ninguno ha tenido el suficiente poder para encabezar a los grandes corazones que laten dentro de Jorrvaskr. Mientras que otros como magos y ladrones necesitan la aprobación de su orden hasta para saber cómo vestirse, los Compañeros somos capaces de llevar nuestro propio destino a la gloria. El heraldo asesora, resuelve disputas y ofrece respuestas a cuestiones sobre la naturaleza del honor. En los milenios que los Compañeros han estado en Jorrvaskr, ha habido heraldos tanto terribles como brillantes, algunos de ellos conocidos por la fuerza de su brazo; otros, por su buen corazón, y otros, por la agudeza de su mente. Estos son algunos de los más gloriosos heraldos que inspiraron canciones y relatos.

Ysgramor: el primer heraldo, el primer hombre, el portador de la palabra y el primero en conducir a los Compañeros por la senda del honor en aquella lejana tierra de antaño. Mejores escritores han escrito sobre él, por lo que no intentaré igualar sus palabras.

Jeek del Río: capitán del Jorrvaskr durante el Regreso, descubridor de la Forja del Cielo, fundador de Carrera Blanca y guardián del juramento original de los Compañeros, desaparecido con el paso del tiempo. Mientras que otras tripulaciones buscaban la gloria mediante la conquista, la suya fue la primera en establecerse en un lugar y servir como protectora de los menos dotados para la guerra según iban llegando.

Mryfwiil el Retraído: varios siglos tras la muerte de Ysgramor, los Compañeros, tal como los conocemos, eran soldados a sueldo poco mejores que mercenarios. Nuestros servicios podían adquirirse para combatir en las guerras, pero el compromiso con el honor individual significaba que a menudo los hermanos de escudo se veían obligados a enfrentarse entre sí en el campo de batalla. Los lazos de honor que unían a los Compañeros amenazaron con romperse hasta que Mryfwiil, en su sabiduría, decretó que ya no tomaríamos parte en ninguna guerra ni conflicto político de ningún tipo. Gracias a su mano firme, hoy en día los Compañeros son conocidos por ser árbitros imparciales de honor, además de por sus glorias en el campo de batalla.

Cirroc el Excelso: el primer heraldo sin sangre atmorana. Esto ocurrió más o menos en la época en que los nórdicos empezaron a considerarse a sí mismos como tales, una época de grandes disputas sobre pureza y el legado de Ysgramor. Cirroc llegó a Jorrvaskr como sirviente, pero el guardia rojo no tardó en demostrar su temple cuando uno de los guerreros menos honorables de la época le faltó al respeto. Tras concedérsele la categoría de Compañero de honor por salvar la vida del heraldo Tulvar el Ignorado, acabó siendo conocido como el hermano de escudo más diestro del salón, cuya velocidad y astucia superaban a las de los antiguos atmoranos. A pesar de que su tiempo como heraldo fue breve, se dice que sus conocimientos sobre las armas de filo se siguen transmitiendo a cada nuevo Compañero durante su entrenamiento.

Henantier el Extraño: el primer heraldo elfo. Como Cirroc, su predecesor, a su llegada a Jorrvaskr al principio fue objeto de burlas, pues en esa época (cerca del final de la Primera Era) no se permitía a los elfos ser Compañeros de pleno derecho, y pocos de ellos llegaban a ver siquiera el interior del salón. Henantier llevaba a cabo con humildad las tareas que le encargaban durante el día; de noche, se entrenaba ferozmente en el patio exterior, permitiéndose tan solo unos minutos de sueño antes de reanudar sus labores como sirviente al día siguiente. Y así siguió, trabajando duro mientras pasaban varios heraldos, sin descansar ni quejarse nunca, manteniendo la mente y el cuerpo siempre en forma. Dada su longevidad, los nuevos Compañeros acabaron confiando en él como alguien de quien aprender los caminos del honor.

Cuando uno de dichos aprendices ya era anciano y se había convertido en heraldo, fue Henantier quien lo acompañó en su lecho de muerte. El anciano convocó a todos los Compañeros y nombró a Henantier como su sucesor pronunciando estas palabras: «A veces, hasta un elfo puede nacer con el corazón de un nórdico». Varios Compañeros renunciaron a sus armas ese día, pero los que permanecieron conocían la verdad del honor, y es su legado el que hoy en día mantenemos vivo.

Macke la de los Ojos Penetrantes: conocida por su gran belleza, quienes la subestimaban por ello no volvían a cometer tal error. Dice la leyenda que una vez sometió a medio ejército enemigo con la mirada y aniquiló a la otra mitad con sus propias manos. Desapareció repentinamente en su octavo año como heraldo, y aunque nunca se han sabido los motivos, circulan numerosas mentiras y rumores falsos que pretenden aportar una explicación.

Kyrnil el Narigudo: tras los oscuros períodos de la Segunda Era en los que Jorrvaskr estuvo en manos de una serie de heraldos deshonestos e inmorales, fue Kyrnil el Narigudo quien agrupó los corazones sinceros de los Compañeros en los bosques y asaltó Jorrvaskr, acabó con la vida de los usurpadores y reinstauró el honor con sangre, a la antigua usanza. Fue él quien dio inicio a la tradición del Círculo, un grupo bautizado en honor al consejo de capitanes de nuestro gran señor Ysgramor y compuesto por consejeros de confianza que servían de ejemplo para los Compañeros más jóvenes y recién llegados.

Al implantar una tradición inquebrantable en la senda del honor, reafirmó el rumbo de los Compañeros y volvió a unir nuestros destinos al de Ysgramor, lo que nos acercó un poco más a Sovngarde.

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